El duelo de la maternidad. Una nueva identidad.

¿La maternidad realmente supone un duelo? ¿Cómo afecta la maternidad a nuestra identidad?

2 min read

El duelo es el proceso psicológico que se produce ante una pérdida. Ahora bien, cuando somos madres... ¿se podría considerar que perdemos una parte de nosotras? Esta claro que se produce una transformación de nuestra propia identidad, sin embargo, puede ser que en esa transformación tengamos que asumir que algunas cosas, algunas relaciones, algunas partes de nosotras mismas, ya no serán iguales. Si eso lo vivimos como pérdida... ¿no estaríamos ante un proceso de duelo?

En un taller sobre duelo al que asistí hace unos meses, explicaron que esos duelos, esas pérdidas, podían venir de tres fuentes distintas:

  • Por hechos del destino (un fallecimiento, un accidente...)

  • Por decisiones de otro (mi pareja termina la relación, me despiden del trabajo...)

  • Por decisión propia (me voy del trabajo, decido terminar yo la relación...)

Esto me hizo reflexionar, ya que en el último punto también hay pérdida, sin embargo, por lo general no se considera socialmente que se produzca un duelo. Por lo tanto, estas personas que viven una pérdida del tipo que sea por decisión propia, pueden estar viviendo un duelo, sin embargo, ni siquiera lo suelen considerar como tal, por lo que no suelen buscar acompañamiento ni su entorno se lo suele brindar. Aquí me sentí identificada en dos momentos de inflexión en mi vida: cuando decidí dejar una relación tras 10 años y cuando decidí dejar mi trabajo tras 14 años. Sin duda fueron pérdidas que me llevaron a una serie de procesos psicológicos hasta la adaptación a la nueva situación.

Cuando somos madres, que en la mayoría de ocasiones es por decisión propia, muchas veces nos encontramos transitando esas etapas de cambio en nosotras, ese aceptar que ya no va a ser igual. Podemos pasar por el shock (cuando vemos el positivo o nace el bebé), la negación ("¿De verdad soy madre?"), la negociación ("Yo voy a seguir.... como siempre"), la ira (cuando no sigues... como siempre), la tristeza y el dolor (cuando empiezas a asumir que va a ser diferente y que probablemente habrá aspectos que nunca serán igual que antes) y la aceptación (cuando finalmente lo aceptas, asumiendo todas sus partes).

Nuestros hijos además suelen hacernos de espejo. Nos reflejan nuestros miedos y creencias más profundas, también nuestro amor más puro, uno nuevo y desconocido hasta entonces. Nos traen al presente momentos de nuestra propia infancia, de cómo fuimos educados y cómo conectábamos con nuestros propios padres o cuidadores.

Estamos tan centradas en maternar que muchas veces no somos ni conscientes de todos esos cambios ni nos paramos a escuchar a nuestro cuerpo, abrumadas por cubrir necesidades ajenas, por los cambios y por el ruido exterior de los consejos y los constructos sociales de lo que se supone que es una "buena madre". Yo al menos fui muy poco consciente, aferrada a no querer soltar partes de mi vida antes de la maternidad y cegada por mis creencias que me hacían mirar solo en una dirección. Mi pareja dice que a veces me sale el "espíritu del Cid Campeador". Creo que esa es una parte de mi identidad antigua que ya se ha transformado bastante.

Tu identidad cambia, diría que cambia cada día con cada nueva experiencia, y más durante la maternidad, que donde las nuevas experiencias son nuestro día a día. El reto está en escuchar nuestra intuición más allá del ruido exterior y nuestro propio ruido mental. Escucharla y probar a confiar en ella.